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Pueblos originarios, crecimiento económico y el medio ambiente

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  • 22 feb 2012
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  • Por Juan Jované

    Un error de quienes, como algunos analistas locales de menor cuantía, ven en el Producto Interno Bruto una expresión legítima del progreso, está dado por el hecho de que este agregado no toma en cuenta los elementos del medio ambiente. Desde esta posición se desconoce la existencia y el impacto de las actividades económicas sobre los llamados servicios del ecosistema, constituidos por todos los bienes y servicios que la naturaleza nos ofrece como constituyentes básicos de soporte y disfrute de la vida. Entre estos se encuentran algunos tan vitales como la provisión de agua potable, la regulación del clima, la regulación de los caudales de agua, así como el secuestro del gas carbónico y la oferta de aire puro, entre otros.


    Frente a esta realidad, el actual gobierno oligárquico, siguiendo los pasos de los anteriores, ha intentado justificar su brutal represión en contra de los hermanos ngäbes y buglés alegando que la construcción de hidroeléctricas en las áreas comarcales sería la única manera de mantener el crecimiento económico del país. Se trata, para comenzar, de una extraña posición, dado que el gobierno carece de un verdadero plan energético nacional que no sea el del lucro inmediato, capaz de sacrificar el medio ambiente. En este contexto, se puede inferir que las hidroeléctricas programadas tienen como fin básico abastecer de energía a la muy contaminante minería a cielo abierto que se proyecta en el área.


    Si bien todavía hacia los años cincuenta del siglo pasado las hidroeléctricas se consideraban como una fuente de energía limpia, dados los avances de los conocimientos ecológicos, esto ya no resulta cierto. Es así, por ejemplo, que S.A. Abbasabu y Naseema Abbasi, del Centro de Control de la Contaminación y Tecnología Energética de la Pondicherry University, consideran que las hidroeléctricas generan significativos impactos ecológicos tales como: la pérdida de calidad de las aguas, cuyo consumo es necesario para la vida humana y las otras forma bióticas; la destrucción de áreas boscosas; el impacto sobre el flujo del río, el estrés de la vida acuática y la pérdida de biodiversidad; la presencia de eutrofización y la generación de gas metano, que constituye un dañino efecto invernadero. Es claro que el actual gobierno así como los sectores económicos dominantes que el mismo representa carecen de una real y verdadera preocupación por el desarrollo de fuentes alternativas y limpias de energía. Esto queda demostrado en el texto del “Plan Estratégico de Gobierno 2010-2014”, donde se propone una inversión pública para el periodo de $.13,595,848.8, de los que apenas el 0.04% están dedicados al tema de la energía limpia proveniente del sol y la biomasa. La energía eólica, se puede añadir, está explícitamente excluida de estos planes gubernamentales.


    En reciente declaración un representante de los sectores económicos dominantes argumentó que sería suicida no avanzar en la construcción de hidroeléctricas en las comarcas. Lo aquí planteado contrariamente muestra que el afán de lucro convertido en motivo último de la política apunta hacia un real suicidio de toda la vida humana.

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